La caja Dybbuk: la maldita caja de vino de eBay (y el giro que lo cambió todo)

Principios de los 2000. Portland, Oregón. Tierra de buen pinot noir y de anticuarios con olfato.

Kevin Mannis tiene una tienda pequeña de antigüedades y muebles restaurados. Vive de lo que vive cualquier rastreador profesional: ventas de garaje, casas llenas de recuerdos, familias liquidando una vida entera en forma de lámparas, marcos sin lámina… y objetos que piden (a gritos) una segunda oportunidad.

Hasta que un día encuentra una que no pide segunda oportunidad. Pide ser cerrada.

Una caja de vino de madera oscura. Un mini-mueble: dos puertecitas frontales, herrajes gastados con forma de racimo de uvas, marcas del tiempo y un aire raro, como de objeto “bonito” pero con mal carácter. En los bordes, detalles que parecen letras hebreas. De esas cosas que miras y te entra la idea absurda: “esto ha visto demasiadas cenas”.

Kevin la levanta. No pesa mucho. En su cabeza ya está el plan: limpiar, barnizar, convertirla en un cabinet fino para botellas y copas. Pieza perfecta para la tienda. Negocia, compra varios objetos… y la caja entra en el lote casi como un extra.

Cuando ya se va, cargando el maletero, se le acerca la nieta de la dueña.

Con una seriedad que no encaja con un mercadillo, le suelta:

—Esa caja… mi abuela decía que dentro vivía un dybbuk. Y que nunca debía abrirse.

Kevin no conoce la palabra. La chica le explica lo básico: en el folclore judío, un dybbuk es un espíritu que se pega a los vivos. No un fantasma de sábana: algo que se engancha.

Y añade el detalle que le da el golpe final al cuento: la abuela era superviviente del Holocausto y la familia siempre tuvo una norma: esa caja, cerrada. Siempre.

Kevin asiente, da las gracias… y hace lo que haríamos todos cuando nos creemos protagonistas invencibles de nuestra propia peli: se la lleva igualmente.



El sótano (donde nacen las leyendas y se estropea la cordura)

En la tienda, la deja en el sótano junto a otros muebles pendientes de restaurar.

Y, según contarán después, ahí empiezan las señales:

  • Un olor que aparece y desaparece: jazmín… y algo agrio, como orina de gato.

  • Luces que parpadean.

  • Objetos que se caen sin explicación.

  • Clientes que bajan y dicen: “aquí abajo no se está bien”.

  • Y la empleada (sin saber nada de la caja) le suelta que lleva días durmiendo fatal, con pesadillas de una figura vieja, enfadada, hablándole en una lengua que no reconoce.

Aquí es donde se decide el destino de cualquier historia de miedo:

Kevin decide abrir la caja.


Qué había dentro de “la caja de vino maldita” (spoiler: vino, no)

No hay botellas.

Hay objetos.

Objetos de esos que no parecen “guardados”, sino puestos.

  • Dos monedas “wheat penny” de Estados Unidos (1925 y 1928)

  • Dos mechones de pelo humano (uno rubio, otro oscuro)

  • Un capullo de rosa seca

  • Una pequeña copa dorada (sí, copa: el vino siempre aparece, aunque sea como señuelo)

  • Un candelabro de cuatro patas, negro, raro, casi “orgánico”

  • Y, en algunas versiones, una pieza de piedra/granito con una inscripción (y más madera tallada de lo que sería normal para un simple mueble)

Kevin la vuelve a cerrar.

Y aquí viene el patrón: cada vez que intenta regalarla, venderla o pasarla a otra persona, los relatos se repiten como un mal estribillo: pesadillas, golpes, mala suerte, problemas de salud, ansiedad… la caja deja rastro. A veces vuelve. Como si el objeto tuviera una cuerda invisible atada a su primer narrador.


2003: eBay, el altar perfecto para una maldición viral

Kevin se cansa.

Y hace lo lógico para alguien rodeado de objetos raros en plena era de Internet: la pone a la venta en eBay.

Pero no sube “mueble bar pequeño, usado”.

La anuncia como:

The Dybbuk Box: una antigua caja de vino judía maldita que encierra un espíritu.

Y redacta el anuncio como lo redactaría un guionista con hambre: superviviente del Holocausto, advertencia (“nunca la abras”), olores, sombras, accidentes, pesadillas. Un relato en primera persona pegado a un mueble real.

La subasta se vuelve famosa. La caja cambia de manos. El siguiente dueño asegura que también sufre fenómenos. La revende. El siguiente añade su capítulo. Y así se construye una leyenda moderna: no con pruebas, sino con ecos.

Cada clic suma miedo. Cada miedo suma “realidad”.


Jason Haxton, el museo, y el salto a Hollywood

La historia crece hasta acabar en manos de Jason Haxton, director de un museo médico en Missouri, que investiga el objeto, consulta a rabinos, documenta su versión y escribe un libro.

La caja deja de ser un anuncio. Se convierte en “caso”.

Y cuando una historia llega a ese punto, lo siguiente es inevitable: Hollywood.

En 2012 se estrena The Possession, la película inspirada en la leyenda de la Dybbuk Box. Y ahí ya no hay vuelta atrás: el mito entra en el circuito global, se multiplica, muta y se convierte en cultura pop.

Con los años, la caja también queda asociada a un destino muy propio de este siglo: un museo de “objetos embrujados”, con vitrina, foco, merch y esa electricidad barata de feria demoníaca.


El giro de 2021: “me lo inventé”

Y entonces llega el plot twist que hace que todo esto sea todavía más inquietante.

En 2021, Kevin Mannis concede una entrevista y admite que la historia fue ficción: un relato diseñado para funcionar como terror interactivo en tiempo real.

Que si talló partes. Que si colocó algunos elementos. Que si dejó que Internet hiciera el resto.

Y lo consiguió.

Porque a estas alturas ya da igual si el demonio era real: la historia ya estaba viva.


Entonces… ¿qué demonios nos queda?

Nos queda esto, Camaleón:

  • Una vieja caja de vino.

  • Un anticuario con talento para contar historias.

  • Un montón de gente jurando que aquello estaba maldito.

  • Un libro, un museo, una película…

  • Y medio mundo repitiendo el nombre: Dybbuk Box.

La pregunta final no es si había un espíritu dentro.

La pregunta final es otra:

¿Y si el verdadero dybbuk era la historia?

Porque igual que pasa con una buena botella…

No te emborracha solo lo que hay dentro.

Te emborracha lo que llevas en la cabeza cuando la descorchas.

Y quizá, con la caja Dybbuk, lo más peligroso no era lo que guardaba en su interior…

…sino lo que despertaba dentro de quien decidía creer.


Bonus punk: Stephen King, te estamos mirando

El mundo del vino necesita más historias de miedo. Y si alguien puede convertir una historia de terror con vino en leyenda… es Stephen King.

Yo desde aquí le lanzo la petición:

Stephen, haz que tu próxima novela tenga un vino como protagonista.

Y sí: justo después le diré que soy tu fan número uno.


FAQS

¿Qué es la Dybbuk Box?
Una supuesta “caja/cabinet de vino” vendida en eBay, famosa por una historia de maldición viral conocida como la caja Dybbuk.

¿Qué es un dybbuk?
Un espíritu del folclore judío que “se pega” o posee a un vivo (un alma errante, inquieta).

¿La caja Dybbuk era real o un engaño?
El objeto existe; la historia paranormal fue reconocida como ficción por su creador en 2021.

¿Qué película está inspirada en el caso?
The Possession (2012).

TE REGALO UN CURSO DE VINOS EN VIDEO TOTALMENTE GRATIS, ENTRA EN EL ENLACE Y ACCEDE A LA COMUNIDAD MAS CHULA DEL MUNDO DEL VINO

QUIERO MI CURSO EN VIDEO GRATIS