El Origen del Vaticano Tiene que Ver con el Vino

Hoy nos montamos en nuestra particular máquina del tiempo para viajar al siglo VIII antes de Cristo, mucho antes de que Roma fuese Roma, y muchísimo antes de que el Vaticano albergara Papas, cónclaves o misas dominicales. Vamos a conocer una historia en la que el vino, los rituales alucinógenos y los etruscos son los verdaderos protagonistas.
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Una Colina Etrusca, una Diosa y Mucho Vino
La palabra "Vaticano" no aparece en la Biblia. Tampoco viene del latín, ni del griego. Su origen es etrusco. Sí, esos antiguos habitantes de la península itálica que disfrutaban tanto de la fiesta como del más allá.
Los etruscos escogieron una colina apartada, fuera de las murallas de la futura Roma, como cementerio sagrado. Allí no solo enterraban a sus muertos. También celebraban rituales con vino, hierbas alucinógenas y un toque de magia ancestral. Este lugar fue bautizado como Ager Vaticanus, y su nombre proviene de Vatika, la diosa que protegía la necrópolis… y que, curiosamente, tenía el mismo nombre que la uva amarga cultivada en esa ladera: la uva vática.
Profecías con Aroma a Uva y Hierba Mágica
Los arúspices, los adivinos etruscos, realizaban sus rituales en esta colina. Observaban el vuelo de las aves, leían las entrañas de animales y escuchaban los truenos para desentrañar el futuro. Pero antes, bebían vino de la uva vática mezclado con una planta llamada Batiza, que crecía en esas mismas tierras.
¿El resultado? Un cóctel visionario que provocaba lo que ellos llamaban “arupiraciones”, una especie de alucinaciones místicas que interpretaban como mensajes proféticos. De ahí nace la palabra “vaticinium” en latín, que hoy conocemos como “vaticinar”. Así que sí, el origen del nombre Vaticano tiene más que ver con visiones etílicas que con ángeles celestiales.
De Oráculo Pagano a Sede del Papa
La historia, como siempre, da un giro. Con la decadencia de los etruscos, llegaron los romanos, más pragmáticos y menos espirituales. Derribaron la necrópolis y construyeron sobre ella un circo: el Circo de Nerón. Aquí no se adivinaba el futuro, sino que se corría, se competía y se ejecutaba. Entre otras cosas, a San Pedro, crucificado boca abajo por orden de Nerón.
Siglos más tarde, cuando el emperador Constantino legalizó el cristianismo (y, según algunos, muchas otras cosas discutibles), decidió levantar en esa misma colina una basílica en honor a San Pedro. Así nació la Basílica del Vaticano, sobre un cementerio pagano, una viña mística y el eco de rituales olvidados.
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